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*Julián Rojas ha sabido recorrer los extremos que la misma vida puede ofrecer, pasar de la alegría al dolor y mantenerse en pie, como el ave que cruza el pantano y no se mancha.

 

 

*Uno de los apartes más recordados en la memoria colectiva del vallenato, sobre Julián Rojas, fue cuando derrotó en un Festival Vallenato al favorito Juancho Rois.

 

 

*Julián es un faro de la pasión por el folclor vallenato, ha llevado el género a lo más alto, siempre triunfante. Su familia es un pilar para su fuerza: una columna bien cimentada.

 

Cincuenta años de historia no se escriben de la noche a la mañana. Son medio siglo de notas, sueños, luchas y triunfos que han forjado el alma de Julián Rojas Terán, un hombre que no solo ha tocado el acordeón, sino que ha hecho de él su voz, su refugio y su más fiel compañero de vida.

 

 

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Julián Rojas no es solo un músico enamorado del acordeón, ese instrumento de fuelle que lo llena de vida; es un ejemplo de resiliencia, de amor por el arte y de entrega absoluta a una pasión que le ha dado sentido a su existencia. Cada melodía que emana es un testimonio de esperanza, una caricia al alma, un pedacito de corazón que comparte con el mundo.

 

Nacido en la isla de San Andrés, el 23 de julio de 1970, Julián ha llevado en su pecho la alegría caribeña, la lucha incansable y el amor, valores que sumados a la ternura y coraje ha sabido transmitir a sus tres hijas.

 

La vena musical, asegura él que le viene de su mamá, Ligia Terán, a quien le gustaba el canto; y de José Gabriel Rojas, escritor de poesía y musico por afición. Entre risas, que disimulan los avatares por los que han pasado su vida, precisó: “Mi estilo musical es depurado, cristalino, transparente, sensible y muy bonito, porque siento lo que hago”, dice mientras acaricia el fuelle del acordeón que lleva en sus piernas.

 

Cada paso, un escalón a vivir

 

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Julián Rojas empezó a contar su carrera musical desde que aprendió a tocar el acordeón, cuando su isleño corazón se 'casó' con los botones de los pitos y los bajos de este instrumento, al que entre más horas le dedicaba, más melodías le entregaba.

 

Su camino lo llevó en la década de los 90's hasta las entrañas del vallenato, a estas tierras mágicas entre Cesar y La Guajira, intentado descubrir los secretos inherentes al acordeón, esa magia y ese talento innato con que nacen los músicos vallenatos, a quienes las notas del acordeón parecen hablar y llorar.

 

Villanueva lo abrazó con cariño, y más tarde Valledupar lo recibió como un hijo más. En estas tierras, donde cada calle resuena con versos y armonías, Julián halló su hogar definitivo. Su historia, tejida con esfuerzo, humildad y talento, es un canto a la vida y un motivo de orgullo para todos los que creemos que los sueños sí se cumplen.

 

 

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Y así, con la mirada fija, expresa: “Es que me gusta mucho el acordeón, los pases armónicos, los adornos, las canciones lindas, por eso conservo mi identidad”. Y esto le da pie para lanzar otra de sus conclusiones: “Yo amo mucho mi acordeón, es que me gusta mucho lo que hago”.

 

Hoy, al celebrar sus 50 años de carrera musical, su legado vibra en cada acorde, recordándonos que el arte verdadero nace del alma, de los corazones nobles, esos que jamás dejan de brillar, como sus ojos cada vez que habla de su arte.

 

Julián junto a los grandes

 

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La carrera musical de Julián Rojas se ha desarrollado con artistas como Jairo Serrano, Pedro García, Juan Piña, y El Jilguero de América, Jorge Oñate; también con El Binomio de Oro y Los Diablitos del Vallenato, Miguel Morales, Daniel Calderón, Luifer Cuello, Daniel Celedón, Silvio Brito, Ivo Díaz, Tomás Alfonso 'Poncho' Zuleta, entre muchas otras colaboraciones con grandes artistas; con su acordeón al pecho también ha participado de manera especial en importantes novelas de la televisión colombiana.

 

Julián se ha proclamado rey del acordeón en numerosos festivales en toda Colombia y sigue concursando, porque asegura que es un pasión, la que vive en su alma y corazón.

 

Cuando le preguntamos por esa huella imborrable que considera ha dejado dentro de la música vallenata, no duda en que son dos los episodios destacados en su carrera: el primero de ellos, haberle ganado a Juan Humberto Rois la corona de Rey Vallenato en 1991, ese triunfo que tiene toda una historia de fondo, cargada de amistad, colegaje y talento, lo puso en el visor de los expertos en música vallenata. Por siempre, Julián se convirtió en ese joven que le ganó la contienda al gran favorito, Juancho Rois, y con su propio acordeón.

 

 

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El segundo episodio, fue la producción músical que realizó al lado de Jorge Oñate, en el año 2002, a la que titularon 'El Invencible': 15 canciones conformaron ese trabajo musical que se convirtió rápidamente en un éxito nacional.

 

Otro de los éxitos nacionales que destaca Julián Rojas, es la canción 'Quiero Volar', en la voz del villanuevero Junior Santiago.

 

Julián sigue dedicado a la música vallenata, hoy complace a sus seguidores en parrandas a las que es invitado en todo el territorio nacional, en compañía de Edwin Solano, un joven oriundo de Becerril; y Yimmi Saurith, natural de Villanueva, entre otros.

 

Sus luchas son glorias

 

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Julián Rojas Terán es muy sabio al responder cada pregunta, especialmente cuando se le interroga sobre cómo se define después de tantos años de lucha, de tocar la gloria, de pasar por momentos difíciles y de otros colmados de aplausos, que lo hacen, al tiempo, desconocer una vida plana.

 

No duda en responder con la humildad que lo caracteriza: “Soy un hombre con los pies puestos en la realidad, muy sociable y querido por el público y siempre toco el acordeón con el corazón”. Esa frase, sencilla pero poderosa, encierra toda la esencia de quien ha vivido para honrar la música vallenata.

 

Julián no ha dejado que la fama lo aleje de su gente, ni que los tropiezos apaguen su espíritu. Es un artista íntegro, auténtico, de esos que hacen historia con cada nota.

 

 

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Su mayor fuerza ha sido, sin duda, el amor incondicional de su familia. Ese motor silencioso que lo ha impulsado en los momentos de oscuridad y lo ha acompañado en cada logro. Y por encima de todo, ha sido el cariño del público el que lo ha sostenido como un faro.

 

Ese aplauso espontáneo, esa ovación sentida, esa sonrisa de quien escucha su acordeón y se transporta… Todo eso alimenta su alma y le da razones para seguir adelante. Julián no solo interpreta canciones, él las vive, las siente y las entrega como ofrenda de amor a su pueblo y a su tierra.

 

Hoy, después de cinco décadas prodigando arte con sus manos, Julián sigue caminando con la frente en alto, comprometido con la música tradicional vallenata y con el folclor colombiano que tanto ama. Su historia no solo es una celebración de talento, sino una lección de vida para nuevas generaciones: que los sueños sí se cumplen cuando se trabaja con pasión, que la música cura, une y trasciende. Julián Rojas Terán es más que un acordeonero, es un símbolo vivo de esperanza, cultura y corazón.